Vicios caros
Gritar. Gritar tan fuerte que pienses que te explotan los pulmones por falta de oxígeno. Hacerlo tantas veces hasta caer rendidos y quedarnos sin aliento. Saborear los momentos de después como si fueran los últimos del mundo. Volver a besar tus labios -que ahora son más míos que tuyos-.
No tenemos remedio. Hemos pecado ya demasiadas veces, pero cada vez es mejor que la anterior. Simplemente somos diminutas partículas presentes en miles de lugares del universo y que acaban juntas cuando no deberían estarlo, dejando todo lo demás de lado. Como una carga magnética, dos polos opuestos que se atraen, y cuando están juntos, pueden llegar a ser indestructibles.
soy pecadora!
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