Todo me recuerda a ti,
las noches oscuras con mejillas sonrojadas- como aquélla en que hallaste cobijo entre mis piernas-, las nubes que se desplazan hacia donde muere el sol, y el gorjeo de un jilguero que anuncia la promesa de la floración tras el estertor del hielo.
Todo me recuerda a ti,
las favilas que cabriolean desde la lumbre de unos ojos que acaban de conocer el amor, y las manos que se enredan con fervor de hiedra a una espera, como te espero yo, abrazándome tan fuerte que se me quiebran las costillas.
Todo me recuerda a ti,
al calor del primer beso que descendió hasta alcanzarme los labios, el palpitar de mis entrañas al sentir la turbulencia de tu invasión, a mis gemidos y tu voz.
Todo me recuerda a ti,
desde el olor a salitre de un batiente donde se quiebran las olas, hasta el sabor amargo y dulce del final del día, cuando regresas a casa después de una tormenta.
Todo.