¿Y para qué ocultarte nada?
Fragmentas tu iridiscencia en mínimas piezas
para ocultarte así bajo mis uñas, en las manchas
de la alfombra o en mi taza de café
y una veloz metamorfosis devuelve gestos
repletos de inocencia pero nunca estupidez.
Yo por mi parte, bajo tu tacto olvido
el recurrente agobio que me genera
el ser parte de mi piel.
Mi ansiedad se pierde en tu espalda,
entre saliva se derrama y paso la noche en vela
jugando a armar constelaciones.
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