Y hay veces en las que me siento infinita.
Veces en las que tus manos tocan las mías haciendo mi piel el polvo de mil estrellas. De mis labios un suspiro que se pierde en el horizonte eternizado por tus besos, sofocantes, cálidos alrededor de cada uno de los recovecos de un abismo de cicatrices, desordenadas, expectantes a los arañazos de tu amor sanando un alma herida, atravesada por la flecha de un Cupido mudo que grita desvelado a la desesperación.
Veces en las que llorando entre tus brazos me siento completa, realizada con el tacto de tus dedos ordenando la constelación de lunares de mi espalda.
Y entonces me miras.