Corría y corría, se daba con las ramas de los árboles en la cara, se tropezaba con piedras gigantescas que encontraba en su camino, que a veces saltaba y que otras veces empujaba hacia los lados para hacerse camino. No sabía muy bien de que o de quien huía, pero si sabía que fuese lo que fuese estaba cerca y a punto de atraparle.
En su desenfrenada carrera llegó hasta el borde de un acantilado, se detuvo unos segundos a pensar que podía hacer, si se quedaba allí, lo que le perseguía le daría alcance enseguida, no podía volver atrás y tampoco había mas salidas.
Sin pensarlo mas tomó impulso y saltó al vacío, no le sorprendió nada ver que volaba, o mas bien planeaba; le gustaba la sensación de libertad que experimentaba, por primera vez en mucho tiempo se sintió feliz y relajado. El aire era cálido y el sol templaba su cuerpo desnudo.
Todo era armonía, paz y silencio, hasta que en la lejanía empezó a escuchar el peculiar sonido de las sirenas de las ambulancias.
En cuestión de segundos sintió un fuerte golpe sobre todo el cuerpo y todo se tornó negro, frío y ruidoso. Poco a poco retornó el silencio, la paz y la armonía, volvía a sentirse de nuevo ligero y mas liviano que antes, solo escuchaba en la lejanía una voz que decía: "No se puede hacer nada por él".
Cuando la policía entró en su apartamento se encontró todos los muebles tirados por el suelo, las cortinas arrancadas, las lámparas destrozadas y la puerta de la terraza abierta de par en par.