Llevar el deseo al movimiento. Bailar el deseo y su enfermedad. Dos cuerpos que se entregan sin condiciones, hasta perder su forma, hasta deformarse en un monstruo de dos espaldas. Habitar el exceso de su nueva anatomía. Bailar el desgaste de ese deseo, someter al monstruo al transcurrir del tiempo para detenernos en la fractura: el regreso de cada cuerpo a su anatomía única.
A solas, cada cuerpo baila su réquiem. Un llanto por la mitad perdida. El acto desesperado de amar lo que se encuentra lejos.
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