Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se nos presentan en el espíritu hasta que ya es demasiado tarde
Una frase que escuché muchas veces es que uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Para mí es al revés. Soy dueña de mis palabras, me hago cargo de cada una de ellas. Y soy esclava de lo que callo, no porque no tenga qué decir, sino por no animarme a decirlo.
Y aquí se quedan los recuerdos, los miedos, los errores... porque las despedidas suelen ser tristes. Y es ahí cuando todo vuelve a salir a flote.