Siento cómo se separa de mí y lo pierdo para siempre.

- Vete. Vete ya.
Sin pensarlo dos veces, sin mirarlo siquiera, cojo como puedo el bolso, el móvil y mi carpeta con una mano y, sin mirar si vienen coches, abro la puerta y corro. Corro sin mirar atrás. Aunque quisiera, no hubiera podido.
Al llegar a la esquina, donde ya no puede verme, me apoyo contra la pared y me cubro la cara con las manos. Me tiemblan las piernas, me duele el estómago y tengo lágrimas en los ojos. Pero lo peor es que me ha marcado a fuego con sus labios. Seguro que es sugestión, pero siento que me arden. Lo siento de veras. Y nunca antes me había pasado.
En mi cabeza retumba una cita, como si esa fuera mi sentencia: “Ese será el beso por el que medirás los demás el resto de tu vida”.